Turismo sí, turismo no
Dos imágenes, dos noticias que reflejan la cara y la cruz del momento en el que estamos. El domingo, miles de personas se manifestaron en Canarias para pedir...

Dos imágenes, dos noticias que reflejan la cara y la cruz del momento en el que estamos. El domingo, miles de personas se manifestaron en Canarias para pedir límites al turismo: la regularización de la vivienda vacacional y la protección de espacios de las islas, entre lo más urgente. Sus peticiones suenan razonables, un turismo sostenible.
Al día siguiente, las previsiones de crecimiento de la eurozona revelaban datos muy importantes. La zona euro va a crecer menos de lo esperado, un 0,9% de media, sobre todo por el impacto que la política arancelaria de Trump va a tener en la mayoría de grandes economías europeas. La previsión para Alemania es que crezca un 0%, algo mejor para Francia. Sus economías dependen de sus exportaciones y con los aranceles de Trump van a pasarlo mal. La única que destacaba, España: la previsión es que crezcamos un 2,6%. ¿Por qué? Porque nuestro motor económico es, sobre todo, el turismo. Se prevé que este año lleguen 100 millones de visitantes a nuestro país. Muchos buscando ese turismo de sol y playa. Y eso tensiona zonas de costa, las islas y también grandes ciudades como Barcelona y Madrid.
¿Y qué hacemos entonces? ¿Matamos a la gallina que nos da los huevos de oro o la mantenemos sana y produciendo mientras muchos ven cómo ese turismo les expulsa de sus ciudades? El dilema es diabólico y perverso. El Gobierno ha hecho un intento con la regularización de los pisos turísticos que no tengan una licencia o que no hayan identificado al propietario. Es un primer paso, pequeño, pero un paso. Pero más allá de Airbnb, el problema es otro.
Dar la imagen de que estamos echando de nuestras ciudades y nuestras playas a esos turistas que suponen una fuente de ingresos fundamental es peligroso. La turismofobia no es la mejor publicidad para el catálogo de vacaciones de nadie. Y menos en el momento en el que estamos, con Estados Unidos cayendo como destino de vacaciones.
No podemos permitir que lo que nos da de comer nos sitúe en la pobreza habitacional. No puede ser que crezcamos por encima de la media europea mientras los pisos de los centros de las ciudades se convierten en hoteles bajo un paraguas de dudosa legalidad. No puede ser que batamos récord de visitas mientras muchos, jóvenes y familias, buscan pisos ya no en las periferias, muchas veces incluso fuera de su comunidad.
Se me escapa cuál puede ser la solución mágica, puede que no la haya. Pero si nos sentamos todos a pensar, a dialogar, a encontrar soluciones, será más fácil que la encontremos. No podemos renunciar a los ingresos que suponen los turistas ni podemos conformarnos con que eso suponga deteriorar los espacios y la convivencia de nuestras ciudades. En Baleares y Canarias necesitan urgentemente que lleguen las soluciones. Por primera vez en toda la historia somos el motor de Europa. Igual es una oportunidad para que esté mejor regulado y satisfaga a todas las partes.