Móviles fuera, pantallas en cuarentena

Hace unas semanas, la Generalitat de Cataluña prohibió a partir de septiembre los teléfonos móviles y los relojes inteligentes en todas las etapas educativas...

Móviles fuera, pantallas en cuarentena

Hace unas semanas, la Generalitat de Cataluña prohibió a partir de septiembre los teléfonos móviles y los relojes inteligentes en todas las etapas educativas obligatorias. También se reduce el uso de pizarras digitales y tabletas en infantil, priorizando el lápiz y el papel. Comunidades como Castilla-La Mancha, Galicia, Madrid y la Comunidad Valenciana han tomado medidas similares, alineándose con una tendencia global que busca proteger a los estudiantes de las distracciones digitales. La Unesco lo avala: una notificación electrónica puede robar hasta 20 minutos de atención. Hace una década, las pizarras digitales fueron elevadas a símbolo de modernidad en un ejercicio de papanatismo tecnófilo. Políticos y gurús educativos invirtieron millones en pantallas interactivas, prometiendo una revolución pedagógica. El resultado fue, en la mayoría de los casos, decepcionante: las aulas se llenaron de presentaciones vacías, las pizarras se convirtieron en lienzos digitales costosos y el nivel de lectoescritura de los alumnos cayó en picado. Los gobiernos autonómicos, con estas nuevas medidas, admiten finalmente aquel error, aunque todavía nadie haya pedido perdón.

La normativa catalana es clara: en infantil y primaria, los móviles y relojes inteligentes estarán vetados en toda la jornada, incluidos patios y comedores. En la ESO, donde antes se permitía su uso pedagógico, ahora deberán permanecer apagados. En bachillerato y Formación Profesional, el uso se restringe a horas no lectivas, confiando en la responsabilidad de los alumnos. En realidad, en el 53% de los centros educativos ya se aplicaban restricciones similares, lo que refleja un consenso entre docentes. Sin embargo, prohibir no es suficiente. Los patios sin smartphones pueden fomentar juegos tradicionales, pero requieren recursos y formación que no siempre están garantizados, especialmente en escuelas públicas con menos medios. El aprendizaje digital es otro reto. Prohibir móviles no debe significar renunciar a preparar a los estudiantes para un mundo hiperconectado.

La edad media para el primer móvil en España es de 10,9 años, y el 63,7% de las familias afirman que lo adquieren por seguridad. La solución pasa por educar en un uso crítico y responsable de la tecnología. Los responsables educativos se suman por fin a una corriente global a favor de recuperar el papel, el lápiz y el libro de texto en las aulas. Ahora bien, sin formación docente, recursos para actividades y un enfoque claro en la educación digital, la prohibición del móvil corre el riesgo de ser un movimiento pendular. La tecnología no es ni salvadora ni villana, sino una herramienta para potenciar el aprendizaje que no debe destruir jamás el valor del esfuerzo.