Lecciones de una OPA fallida

Lecciones de una OPA fallida

La gran noticia económica del mes es, sin duda, el fracaso de la opa del BBVA sobre el Banco Sabadell, que solo logró recabar el 25% del apoyo de los accionistas, pero que ha dado mucho que hablar durante año y medio. La oferta, que inicialmente parecía atractiva con una prima sobre el valor de mercado, no logró convencer a una mayoría que veía en la independencia del Sabadell un valor mayor que el hipotético potencial de un gigante fusionado.

Los directivos del banco vallesano, liderados por Josep Oliu, jugaron muy bien sus cartas, destacando los riesgos de la operación: pérdida de una entidad financiera esencial en Cataluña, menor atención a las pymes y una integración plagada de incertidumbres. El BBVA, bajo la dirección de Carlos Torres, apostó por una narrativa centrada en el tamaño: una entidad más grande, con mayor capacidad crediticia y sinergias operativas gracias a la complementariedad con el Sabadell, especialmente en el segmento de pymes donde este último tiene una cuota del 13%. Ahora bien, subestimó las fuertes resistencias que su propuesta generaría. Las condiciones restrictivas impuestas por el Gobierno –que incluían limitaciones a despidos y cierres de oficinas y también compromisos para mantener el servicio a las pymes– redujeron significativamente los beneficios esperados de la fusión, que no podría culminarse hasta dentro de unos años. El empecinamiento de Torres en seguir adelante, pese a esas trabas y la dura oposición social y política, refleja un error estratégico de primer orden. La insistencia acabó exponiendo una cierta desesperación por crecer a cualquier precio, en un contexto donde el sector bancario español ya está suficientemente concentrado.

El fallido intento nos deja varias lecciones. Primera, que la gestión estratégica importa tanto como el tamaño. Los directivos del Sabadell supieron comunicar el valor de su modelo y seducir a sus accionistas con suculentos dividendos, mientras que el BBVA pecó de arrogancia al subestimar la resistencia. Segunda, que las condiciones impuestas por el Gobierno, lejos de ser un obstáculo arbitrario, sirvieron para proteger la competencia y el interés público, garantizando que las pymes y los empleados no pagaran el precio de una fusión exprés. Y tercera, que la voracidad por el tamaño no siempre se traduce en beneficios reales. Además, las opas hostiles no suelen prosperar si no disponen de una buena palanca de apoyo en la otra parte. Pese al fiasco, las perspectivas para el BBVA siguen siendo buenísimas, como lo demuestra que en bolsa rebotó al día siguiente. El Sabadell, por su parte, emerge fortalecido como un símbolo de que, en un mundo de gigantes, la agilidad y la cercanía siguen siendo valores imbatibles.