Hambruna inmobiliaria

Hambruna inmobiliaria

La firma de hipotecas se dispara. En la primera mitad de 2025 se firmaron un 25% más que el año anterior, la cifra más alta desde 2011 con los últimos coletazos de la burbuja inmobiliaria. El miedo a que los precios de la vivienda sigan escalando y la bajada en los tipos de interés explican el tirón de los préstamos, que no da síntomas de decaer en la segunda parte del año. Quienes lo protagonizan son los afortunados que logran aportar la cantidad inicial requerida para comprar una casa y contar con recursos estables para demostrar al banco que serán buenos pagadores. Por desgracia son una minoría privilegiada entre quienes están en edad de independizarse.

Para un joven asalariado salir de la casa de sus padres supone destinar en torno al 90% de su sueldo, si lo que pretende es vivir solo en un piso, y más de un 60% de lo que gana para pagar la hipoteca si su idea es comprar la vivienda, para lo que necesitaría una entrada inicial que en teoría le obligaría a ahorrar prácticamente todo su sueldo durante cuatro años. En esa entrada inicial, que viene a suponer entre el 20 y el 30% del precio de la casa, está la clave de quiénes pueden hacerse con una vivienda en propiedad, lo que en España continúa siendo la mejor de las opciones habitacionales, y quiénes no. Alternativa que suelen permitirse aquellos que cuentan con el apoyo financiero de la familia, elemento fundamental para poder iniciar una vida fuera del nido. Es obvio que no todos los padres están en condiciones de dar a cada uno de sus hijos 90.000 o 100.000 euros para que arranquen su deseable emancipación. A resultas de todo ello el porcentaje de jóvenes entre 16 y 29 años que han logrado salir del hogar paterno apenas ha pasado del 15% en el último año, la cifra más baja desde que hay registros.

Cada vez les resulta más difícil hacerse con una casa y la opción que gana enteros a marchas forzadas es el alquiler de habitaciones. La fórmula ha prosperado sobre todo en las grandes ciudades, donde un pequeño habitáculo de no más de 10 metros cuadrados puede ser alquilado por 700 y hasta 800 euros si está en una zona céntrica o bien comunicada. Ni que decir tiene que todo esto ocurre porque hay un déficit abrumador de oferta de vivienda en general y de alquiler social en particular. Un problema de primer orden al que ninguna de las tres administraciones le ha tomado la medida y que no tiene trazas de resolverse con prontitud. La promoción de nuevas viviendas, lejos de cubrir la demanda, se halla estancada en unas cifras de ejecución muy en contra de lo deseable. Se calcula que el mercado requiere más de medio millón de casas al año y apenas hay en construcción 130.000. Cabe recordar que en 2006 se llegaron a construir en España casi 900.000 viviendas.

A pesar de constituir el mayor de los problemas sociales de nuestro país, el ritmo de edificación presenta serias dificultades de incrementarse. Para empezar habría que eliminar los mil obstáculos burocráticos que asedian a cualquier proyecto urbanístico ralentizando sus trámites hasta eternizarlo en el tiempo, lo que encarece las obras y, por tanto, el coste de las viviendas. La simple falta de un informe menor puede tirar por tierra todo el planteamiento urbanístico obligando a sus promotores a empezar desde cero. Si a esto le añadimos la carencia de mano de obra que padece el sector de la construcción, y que bien podría aliviar la legalización pendiente de los cientos de miles de sin papeles que hay en España, no hay perspectiva de mejora a la vista. Solo las iniciativas realistas pueden paliar la hambruna inmobiliaria.