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Mañana regresa el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, como cada verano, como cada otoño vuelven las oscuras golondrinas; en el escenario,...

Mañana regresa el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, como cada verano, como cada otoño vuelven las oscuras golondrinas; en el escenario, Fuenteovejuna. Bajo la mirada de Laila Ripoll, y con dirección de Rakel Camacho, el texto clásico se sacude el polvo de archivo y se planta en el siglo XXI con la herencia del trabajo ya realizado sobre él y con voz firme. La directora de la Compañía Nacional de Teatro Clásico no ha suavizado lo que Lope escribió hace más de cuatro siglos –violencia, poder, justicia colectiva–, que aún cruje como tabla mal clavada. No busquen folclore, limpia interpretación formal: aquí se nos habla de abusos, de cobardía, de miedo al poderoso, de mujeres que gritan. Fuenteovejuna se ha convertido en un sinónimo de dignidad. Más que representar la historia, Ripoll la subraya, la tacha y la reescribe. Suele decirse que la cultura no sirve de gran cosa, pero cuando lo hace, se le acusa de que no se limita exclusivamente a sus asuntos.
Pero poco dura la alegría en casa del pobre. Mientras en Almagro se alza la voz, el Informe Juventud en España 2024 nos da una bofetada. Solo el 41% de los hombres jóvenes apoya el feminismo. Un 23 % afirma que la violencia de género es un invento ideológico. Lo que suponíamos pasado –el desprecio, la negación, el miedo disfrazado de superioridad– se revitaliza en redes sociales, dicho a boca llena por determinados referentes sociales. Lo peor, con todo, no es la ignorancia, sino el entusiasmo con que se repite.
Suele decirse que la cultura no sirve de gran cosa, pero cuando lo hace, se le acusa de que no se limita exclusivamente a sus asuntos
El teatro avanza, la estadística retrocede. El escenario nos mira de frente, la calle se encoge de hombros. Y así vamos: entre dramaturgas que actualizan clásicos para salvarnos del bucle, y generaciones que creen haberlo inventado todo y que ni siquiera han leído lo esencial. Pero el mundo, ya se sabe, no avanza en bloque. Hay quien, por ejemplo, continúa en pleno 1619. Unos pisan charcos, otros descubren el fuego.