Así actuaba el ‘Pelicot catalán’: del grooming a construir una red de pederastas que difundió y confeccionó la barbarie
Así actuaba el ‘Pelicot catalán’: del grooming a construir una red de pederastia



La fichó por Internet. Comenzaron a charlar. En poco tiempo se ganó su confianza y acabó manipulándola para mantener relaciones sexuales con él y otros individuos. La prostituyó. Ella tenía tan solo 12 años, él cuarenta. Pero no era la única. Tras meses de investigación, las autoridades consiguieron destapar toda una red de pornografía que involucraba menores. El llamado “Pelicot catalán” se enfrenta ahora a 107 años y medio de prisión.
La ofrecía a través de plataformas online a otros individuos. En el domicilio del principal acusado, los agentes encontraron más de 12.000 archivos de al menos 25 menores. Él mismo grababa los encuentros y distribuía el material por internet para ampliar su negocio. Esta red podría estar conformada por una treintena de hombres, y se encuentra ahora en fase de investigación.
Fue en 2024 cuando una gran operación policial llegaría a la detención de 16 presuntos pederastas relacionados con la trama. Prácticas sadomasoquistas, violaciones grupales y una dureza empleada indigna siquiera de ser descrita. Las víctimas tenían entre 12 y 17 años, y el Pelicot catalán sería el líder de la organización. Un individuo aparentemente normal, un electricista de mediana edad, escondido y parapetado detrás del prototipo del hombre cualquiera. Del caso surgen tres cuestiones alarmantes: el libre albedrío de las redes sociales, la ausencia de un perfil de agresor y la vulnerabilidad de algunos menores.
El acusado contactó con la víctima a través de las redes sociales. La edad mínima en España para acceder a estas plataformas era de 14 años, pero con la reciente actualización de la ley de protección de menores en entornos digitales, la edad ha pasado a los 16. Se requeriría autorización parental para quienes no alcancen ese límite, pero queda probado que cualquiera puede acceder, indiscriminadamente, porque, además, cada plataforma tiene sus propios requisitos de uso, y quien hace la ley hace la trampa.
El Pelicot catalán escogió a la niña por redes, en un proceso conocido como el grooming. La primera fase es la de selección. Se escoge en función de su accesibilidad o vulnerabilidad emocional. El acercamiento y captación van tejiéndose a medida que se genera un vínculo entre ambos. El adulto trata de ganarse su confianza paliando aquellos vacíos que hacen al menor una víctima especialmente vulnerable. Así, se pasa a un estado de falsa confianza y posterior aislamiento, donde aumenta el control psicológico ejercido al tiempo que incrementa la sensación de dependencia de la víctima. Poco a poco se introducen temas sexuales en la conversación, hasta alcanzar, en última instancia, el abuso, asegurado por la imposición de un silencio.
Le fue pidiendo fotos hasta que cerraron un encuentro en un centro comercial de la provincia de Barcelona. Desde allí la llevó hasta su domicilio. A partir de ese momento, la convenció para ser explotada y grabada a su antojo y al de terceros. Comenzó a usar sus imágenes como reclamo para otros pederastas y llegó a suplantar su identidad en algunas plataformas de citas para ofrecerse a más hombres. En pocos años, el depredador creó una de las mayores redes de pederastia de Cataluña, donde involucró a otros menores para ser explotados, y en la que se sumaron más individuos en la difusión y confección de la barbarie.
Las similitudes con el caso Pelicot son preocupantes. Una vez más, no se da un perfil de agresor. Los hombres detenidos en la operación policial reflejan edades y ocupaciones dispares, algo que vuelve a demostrarnos que el mal a menudo no tiene ni fachada ni patrones. Los clientes acudían a la vivienda del acusado para ejercer sus más deleznables pulsiones. Como en el caso Pelicot, aceptaban ser grabados para contribuir a la captación de más clientes y la difusión de los vídeos. Pero uno de estos hombres, al percatarse de las edades, avisó a la policía.
La niña de 12 años estaba a cargo de la Dirección General de Atención a la Infancia y a la Adolescencia de la Generalitat. Durante su estancia en el centro, se ausentaba periódicamente para llevar a cabo esos encuentros. Un agujero en la seguridad por la que se coló el monstruo catalán, y que ahora se encuentra en fase de investigación para identificar los fallos en el protocolo de la institución. Sus educadores detectaron anomalías en el comportamiento en la joven. Descubrieron en su teléfono móvil fotografías comprometidas y conversaciones subidas de tono. Pero ya era tarde. A la denuncia interpuesta tras ese hallazgo, se ha sumado el descubrimiento de toda una amplia estructura de pornografía.
El Pelicot catalán tejió a su alrededor una alianza de pederastas sin ser advertido por su entorno. Esa sensación de impunidad le permitió ampliar su negocio, y la avalancha de clientes validaron sus depravaciones. En paralelo, decenas de menores acabaron atrapados y explotados. La educación digital vuelve a estar en el punto de mira. Internet sigue pareciendo un campo abierto sin ley donde se ramifican demasiados ángulos muertos. Y es precisamente en las zonas grises donde lo más oscuro crece.