Por qué los jóvenes son antiimpuestos

Un tercio de los jóvenes españoles de entre 18 y 24 años cree que «si no se pagara ningún impuesto, todos viviríamos mejor». El dato ha salido del Instituto de Estudios Fiscales, que depende del Ministerio de Hacienda. No mejora la cifra entre los de 25 y 39 años, ya que un 30% vota por quitar los impuestos. Solo hay consenso entre los mayores de 65 años: más del 90% están encantados con la recaudación. Y es justo a esos jubilados a los que los chavales culpan de sus desgracias fiscales.
Los abuelos fueron los que engranaron el Estado de bienestar, ese en el que la riqueza se distribuye para que nadie se quede fuera, pero a los jóvenes que empiezan a tener nómina no les cuadra subvencionarles el final de la vida. Dicen que, entre pensión de jubilación y viudedad, muchos mayores cobran más de lo que aportaron, y mucho más de lo que ganan ellos trabajando.
Los chavales no parecen conscientes de todo lo que se invierte en ellos desde que nacen hasta que llegan a cobrar un sueldo, insisten en que son víctimas de un contrato social que no han elegido. Agitan el avispero antiimpuestos en redes, donde triunfan los influencers huidos a Andorra que tachan al fisco de estafa piramidal. Han conseguido que hablar de una sociedad sin impuestos se ponga de moda y parezca moderno. Youtubers ultraliberales y fans de Milei comiéndoles la cabeza aparte, los chavales tienen ojos para ver que pagamos una pasada de impuestos en nuestro país (140.000 millones de euros desde que llegó Sánchez) y que el destino de la recaudación hoy no es el más acertado. Apagones que siguen sin explicación, incendios en Galicia sin bomberos, trenes que no se sabe si llegarán a su destino, presuntas corrupciones...
Los jóvenes algo de razón tienen. Eso sí, se equivocan señalando a los jubilados como culpables del robo. Los responsables son los políticos que gestionan nuestro dinero que, encima, a la mínima dicen que la solución a los problemas es subir aún más los impuestos. La verdadera solución, de la que los chavales pueden ser parte activa exigiendo una gestión más eficiente, pasa por asumir que España ahora es un país con baja productividad y una población envejecida que dispara el gasto público. El sistema va a petar si no se cambia para solventar la brecha generacional. Hacen falta políticas de vivienda, de empleo, de conciliación y de todo lo que arregle la avería que tenemos en el ascensor social.
Hay que mejorar la imagen del sistema fiscal. Se tiene que percibir la contribución también a una edad temprana, más allá de construcciones de carreteras que luego hay que pagar con peajes y pensiones lejanas e inciertas. Solo así ese tercio de jóvenes insumisos fiscales (spoiler: un día vosotros también seréis mayores) comprenderá que escapar de la recaudación les dejará aún más desprotegidos en el futuro. Y es que una pensión no es un privilegio, es un escudo social que nunca va a pasar de moda.