Un "acompañamiento legal deficiente" o falta de apoyo del entorno: por qué hay mujeres que deciden no declarar contra su agresor

Un "acompañamiento legal deficiente" o falta de apoyo del entorno: por qué hay mujeres que deciden no declarar contra su agresor

Dar el paso de denunciar es una de las decisiones que más cuesta tomar a las mujeres víctimas de violencia de género. Las circunstancias personales, el miedo, la dependencia, los hijos… hay multitud de factores que hacen que las mujeres se lo piensen mucho antes de pedir ayuda. Pero, una vez superado ese temor, deben enfrentarse a otro trámite difícil: testificar contra su maltratador. La ley da a las víctimas la posibilidad de no declarar contra su agresor, y siempre ha habido en torno a un 9 o un 10% de mujeres que se atienen a ese derecho, aunque los últimos datos muestran que esa proporción creció un 22% en el último trimestre del año, respecto al mismo periodo de 2024, situándose ahora en el 11,5%, según advirtió este viernes el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).

Esto es algo que preocupa al CGPJ, tal y como expresó la directora del Observatorio, Esther Rojo, en un comunicado en el que quiso transmitir a todas las mujeres un mensaje de "tranquilidad". "Existen mecanismos para evitar la confrontación directa de la víctima con el agresor cuando tienen que declarar en el órgano judicial", subrayó Rojo, quien también señaló que hay "diversos tipos de medidas diseñadas para protegerlas a ellas y a sus hijos".

La base de esta problemática es, en primer lugar, algo que subyace a todos los casos de violencia machista: la concepción que sigue extendida de que el maltrato por parte de una pareja o expareja es algo privado, de puertas para dentro. Esta es también una de las razones que desincentivan a la hora de interponer una denuncia contra un agresor, sobre todo por parte de un entorno conocedor de la situación: menos del 2% de las 53.268 denuncias del tercer trimestre del año las interpuso un familiar de la víctima.

En el caso de las mujeres, lo que ocurre es que muchas veces se arrepienten de haber denunciado y es cuando deciden no declarar contra su agresor. "Piensan que si siguen adelante con la denuncia, están como rompiendo el marco privado en el que se tienen que resolver este tipo de problemas y que entonces están haciendo ellas algo para que él las pegue", cuenta a 20minutos el forense y ex delegado del Gobierno contra la Violencia de Género, Miguel Lorente.

Un asesoramiento legal insuficiente

Por eso es fundamental todo el asesoramiento que reciba la víctima desde el momento en el que se interpone una denuncia hasta que le llaman a declarar. Según explica Marisa Soleto, jurista y directora de la Fundación Mujeres, lo único que quieren las víctimas en estos casos es dejar de ser maltratadas por su pareja y poner fin a una situación de violencia. "Normalmente no tienen sentimientos vengativos sobre las parejas. Quieren recuperar la normalidad en su vida", subraya. Por eso muchas veces retiran la denuncia o se echan para atrás cuando toca declarar contra su maltratador, sin ser conscientes de las consecuencias y de la vulnerabilidad a la que las devuelve muchas veces, al decaer también con esa renuncia las medidas de protección que se hubieran acordado.

Aunque para la jurista el aumento detectado por el CGPJ no es del todo significativo, ya que comprende un periodo muy concreto de tiempo (los meses de verano) y el porcentaje no está muy lejos al que se suele detectar en las estadísticas anteriores. Con todo, sí que reconoce que se trata de un indicador que siempre es "preocupante" y al que hay que prestarle atención. "Es un síntoma de alerta de un asesoramiento legal deficiente. Normalmente cuando una mujer retira la denuncia o no declara es que quizás no ha ido bien acompañada ni ha estado bien asesorada", subraya. Es lo que, según dice, trasladan las organizaciones que trabajan a diario con las víctimas de violencia de género.

"Y eso se arregla mejorando la información y asegurando un acompañamiento a las víctimas por parte de profesionales realmente especializados. Aunque se está haciendo un esfuerzo en los turnos de oficio, todavía hay margen de mejora y hay muchos casos en los que todavía no se hace del todo bien", sostiene.

"Sin el testimonio es difícil conseguir una condena"

Al final, en la mayoría de ocasiones es esa declaración lo que permite condenar al agresor machista. "La experiencia ha demostrado que sin el testimonio de la víctima es muy difícil conseguir una condena", asegura Soleto. Según recuerda, la ley de violencia de género, de 2004, sí que introdujo como novedad la persecución de oficio, pero al final es algo que en la práctica apenas se lleva a cabo.

En esa línea, Lorente incide en que la dificultad aumenta al tratarse de un delito que se produce en el ámbito privado y que muchas veces no puede demostrarse porque no se producen lesiones graves. "No suele haber testigos para que se pueda subsanar con la declaración de otras personas", dice. Además, si la víctima tampoco percibe un apoyo por parte de su entorno, las probabilidades de que no declare contra su maltratador se disparan. "Hay veces que es incluso la propia familia quien le dice que retire la denuncia, que no meta en la cárcel al padre de sus hijos. Hay una presión emocional que la empuja a echarse para atrás diciéndole que no va a conseguir nada", asegura el forense.

Las víctimas extranjeras, más vulnerables

Los datos muestran también que las víctimas de origen extranjero suelen acogerse más al derecho de no declarar. Según el último informe del CGPJ, 5.480 mujeres rechazaron testificar contra su agresor este verano, esto es, el 11,5% de las víctimas. Un porcentaje que disminuye hasta el 10,1% en el caso de las víctimas españolas y que aumenta hasta el 12,6% en el de las de origen extranjero.

En ello inciden la vulnerabilidad y el entorno en el que viven muchas víctimas extranjeras, que muchas veces no cuentan con una red de apoyo fuerte y sufren una mayor presión por parte de su entorno. "Suelen estar en zonas, barrios o lugares donde viven otras personas de la misma procedencia. Entonces, el peso del control social es mucho más alto y las consecuencias y las críticas que pueda recibir esa mujer son mucho mayores", explica Lorente.