La perspectiva de género en la medicina todavía no existe: "El error es tratar a todos por igual cuando no lo somos"
Igual que en la sociedad, existen desigualdades de género que persisten en el ámbito de la medicina y de la investigación científica. Unos sesgos que se...

Como ocurre en la sociedad, existen desigualdades de género que persisten en el ámbito de la medicina y de la investigación científica. Unos sesgos que se han mantenido históricamente y que han obstaculizado el acceso a la salud de las mujeres, su tratamiento y la prevención de enfermedades. Patologías como el alzhéimer, la migraña o incluso la depresión se suelen tratar desde un punto de vista androcéntrico que minimiza la sintomatología de las pacientes y retrasa su diagnóstico. Este ha sido uno de los temas que se puso sobre la mesa en la primera jornada del 31º Congreso nacional de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), celebrado este año en Las Palmas de Gran Canaria.
"La perspectiva de género no existe. Lleva sin existir muchísimos años y empezamos a hablar de ella como sociedad hace apenas siete años", aseveró Lorenzo Armenteros, responsable del Grupo de Trabajo de Salud de la Mujer de la SEMG. Según explicó, la investigación médica no se ha centrado en observar a las mujeres con sus diferencias y particularidades biológicas. La menopausia, por ejemplo, no ha pasado a ser un asunto de relevancia hasta hace apenas unos años, cuando se trata de un hecho biológico tremendamente significativo que afecta por completo a la vida de las mujeres adultas. O la endometriosis, que suele tardar en diagnosticarse unos ocho años, precisamente por la normalización de unos síntomas invalidantes que clínicamente no son normales.
Lo mismo ocurre con las enfermedades. Mariam de la Poza Abad, presidenta de la SEMG Cataluña, explicó que ella misma lo experimentó en su etapa de estudiante, cuando al analizar las enfermedades cardiovasculares, estudió el dolor torácico "típico" y "atípico", en referencia este último al que sufren las mujeres. "A nivel de dolor, también a la mujer se le tiene menos cuenta. Cuando una mujer se queja, no es lo mismo que cuando un hombre se queja en la consulta", aseguró.
Todo esto provoca que, en muchas ocasiones, las mujeres se enfrenten a un retraso en el diagnóstico o que incluso se les diagnostique incorrectamente las enfermedades. Las cardiovasculares, por ejemplo, que son la principal causa de muerte entre las mujeres, se diagnostican erróneamente o con menos frecuencia en mujeres que en hombres. "Un hombre que llegue al hospital con un dolor en el pecho, jamás se irá sin un electro. Una mujer con otras sintomatologías alomejor sí que marchará con una patología cardiológica que podría haber sido prevenida y tratada", señaló Armenteros.
Lo mismo sucede con otros trastornos neurológicos como el Alzheimer, que, aunque es una enfermedad a la que están más expuestas las mujeres, no se ha estudiado lo suficiente los factores hormonales y genéticos específicos que aumentan el riesgo en ellas. El dolor crónico, también, suele minimizarse en mujeres al englobarse en diagnósticos "psicológicos"; o los trastornos de salud mental, como la depresión o la ansiedad, que, aunque sean más frecuentes entre mujeres, todavía hay un infradiagnóstico o sobrediagnóstico sin indagar en las causas subyacentes reales.
Atender las diferencias
"Hay que estar atentos a todas estas diferencias que históricamente no se han tenido en cuenta, y para eso es muy importante formarnos, no solamente profesionales, sino también la población", defendió Abad, que también organiza las Jornadas Dona'm salut.
Los miembros del Grupo de Salud de la Mujer de SEMG defendieron también la importancia de incluir a las mujeres en los ensayos clínicos y la investigación médica, de tal modo que se asegure que los tratamientos y diagnósticos sean apropiados para las mujeres y se reduzca, así, la probabilidad de que sufran un mayor número de efectos secundarios a los medicamentos, que no han sido testados en el cuerpo femenino.
Igualmente, la implementación de políticas que promuevan la igualdad de género en la atención médica y la creación de sistemas de salud sensibles al género pueden ayudar a reducir las disparidades de salud entre hombres y mujeres. Hasta hace relativamente pocos años, prácticamente ningún estudio científico contaba con mujeres, lo cual no permite detectar posibles efectos secundarios o complicaciones médicas en ellas. "El error es tratar a todos igual cuando no lo somos", insistió Armenteros.