El futuro de las renovables aconseja un puente nuclear para seguir descarbonizando

El futuro de las renovables aconseja un puente nuclear para seguir descarbonizando

El mundo actual necesita energía y, al tiempo, es imprescindible que sea limpia, renovable y de proximidad. España es un referente mundial en energía renovable, sin duda, y esto es muy bueno como país. Ser un referente significa lo que estamos haciendo y logrando ya: producir más de la mitad de nuestra energía con renovables, tener empresas líderes mundiales que están presentes en todos los desarrollos importantes que se realizan, con la consiguiente generación de riqueza, aportación a nuestra economía pública y, finalmente, una generación de empleo y de conocimiento tremendo. El valor de nuestro modelo de renovables tiene, por consiguiente, tres factores positivos: el beneficio al planeta con un modelo basado en la sostenibilidad, la generación de riqueza y desarrollo económico y, finalmente, la creación de empleo de calidad y el aprovechamiento de conocimiento.

Surge en estos momentos una reflexión a la que debemos atender y responder con rigor y seriedad: ¿la situación actual, condicionada por muchos factores como la economía o la situación geopolítica de Europa, asegura nuestro modelo de transición ecológica?

Es una pregunta complicada y que no tiene una respuesta sencilla.

Quizá debamos ir a la raíz y las bases que desarrollaron nuestro modelo de transición ecológica y la propia definición del término. Hablamos del camino que debe desarrollarse para lograr una sociedad más sostenible que dé respuesta a la indudable emergencia climática global y al tiempo sea factible económica y socialmente. Podríamos decir que la meta es el necesario modelo ecológico de nuestra actividad y la transición es el camino para lograrlo. Pero como nos ocurre muchas veces, el entusiasmo lo fijamos más en el objetivo y no tanto en el camino para lograrlo, la transición o el paso de un modelo contaminante e ineficaz al deseado.

Aquí, desde mi opinión, es donde debe estar la clave y la respuesta actual. No ha existido nunca una transición de un modelo económico y de desarrollo a otro sin un tiempo y una adaptación a las circunstancias que surgen. La transición debe ser flexible, sin duda. Tenemos que sumar a todo ello, además, que la iniciativa privada y el interés público estén en consonancia.

Tenemos en España un modelo hoy en día donde una de las claves está en la combinación y coexistencia de modelos. Un modelo por abandonar y con alta dependencia exterior como es el basado en los hidrocarburos y el gas, a sustituir por otras generaciones energéticas más limpias, asequibles y de proximidad. Entre medias deben existir aportes que nos aseguren estabilidad. Pero también tenemos que planificar los plazos y formas para la sustitución de modelos, una vez más, la transición. Cambiar un modelo por otro requiere asegurar la eficacia del nuevo, gestionar la pérdida de empleo y riqueza de un territorio por el aseguramiento de nuevos puestos de trabajo y de seguridad económica en esa región. No es tan sencillo ni tan inmediato.

En los últimos tiempos las energías renovables han sufrido una aminoración de la velocidad por varios motivos donde destaca la reducción de la rentabilidad y, por consiguiente, el riesgo por el bajo margen que hace que un beneficio pueda convertirse en una pérdida. Lo que es muy beneficioso para todos, el bajo precio de la energía generada, puede ser un freno al ritmo de nuevos desarrollos.

Pero, hablemos de la energía nuclear. Esta es la principal cuestión en debate en estos momentos. Hay quienes plantean que el modelo de generación de energía eléctrica debe basarse en una nueva época de lo nuclear, se suele argumentar que su cierre es ideológico y que es perjudicial para España. Con rotundidad, no es cierto. Si se acordase hoy construir una sola central nuclear nueva, cosa que las empresas promotoras privadas no piden, se tardaría en ponerla en funcionamiento en el entorno de más de 20 años y el coste se dispararía. En Europa tenemos el caso de Finlandia donde esas son las claves. Pero tampoco otros que habíamos descrito como la no dependencia exterior. Nuestra industria nuclear es muy buena en tecnologías de apoyo y de control, pero no podríamos construir una central con recursos y tecnología propios al 100%. Tiempo de puesta en funcionamiento, alto coste que al final repercutiría en el consumidor y dependencia exterior en tecnología y combustible no parecen buenos motivos. No estamos hablando de los residuos nucleares y su alto coste.

Sin embargo, surge una tercera vía frente a la apuesta por lo nuclear como salvadora y la cerrazón por tener prisa en la transición. Hablamos de la continuidad temporal de las centrales actuales.

Parece sensato pensar que para asegurar nuestro modelo de renovables con las tres aportaciones descritas de valor: energía propia, generación limpia y renovable y generación de riqueza y conocimiento, las prisas no sean buenas consejeras.

Nunca pensé que diría esto, pero para seguir avanzando en un necesario y exitoso modelo económico, ambiental y social como el de que estamos hablando, quizá debamos tener una velocidad de implantación más adecuada. La energía nuclear actualmente, con sus instalaciones en funcionamiento, es solamente quien puede asegurar ese tiempo necesario. No es necesario ni adecuado construir nuevas, no hay que hacer muchos cambios en estos momentos más que alargar su vida unos pocos años y mientras tanto seguir creciendo en renovables junto a una red adecuada para esa transición y nuevo modelo.

Pero esa adaptación con una prórroga temporal, definitiva y acotada de la energía renovable también debe conllevar compromisos claros de las empresas propietarias. No se trata de dar ‘una patada hacia adelante al tema’ sino de pensar y planificar un camino, una vez más de transición con compromisos por las dos partes: el interés público y lo privado.

Se requiere claramente que esa prórroga conlleve varios acuerdos: la adopción de compromisos de inversión en renovables, la apuesta por una industria complementaria con implantación en nuestro país, la generación de inversiones en I+D+i público-privadas que retenga talento, atraiga de otros países y genere tecnología y patentes propias y, finalmente, unas apuestas territoriales, donde se cierran o prevé cerrar industrias obsoletas, con la generación de empleo cualificado y no cualificado.

En resumen, una transición ecológica buena para el planeta, España y nuestra sociedad, requiere que demos peso a una idea de transición que sea sensata, rigurosa, comprometida por todas las partes, acuerdos de país y que cuente con lo que ya tenemos para alcanzar un buen futuro. Usando frases usadas sobre la energía durante mucho tiempo creo que hoy deberíamos decir: las mismas instalaciones nucleares sí, por un plazo limitado, en apoyo a un desarrollo renovable y acordado entre las partes. No es un buen eslogan, pero quizá sea una buena idea.