Modelo de desnudos, un trabajo extra para actores y bailarines: "Te sientes seguro, son estudiantes de arte, no te miran con morbo"

Esta actividad se ha convertido en un balón de oxígeno para profesionales que mayoritariamente no llegan al SMI.

Modelo de desnudos, un trabajo extra para actores y bailarines: "Te sientes seguro, son estudiantes de arte, no te miran con morbo"

Miguel Peña siempre ha estado en buenas relaciones con su cuerpo. Sus músculos bien adheridos a la piel le han brindado una confianza en el despelote muy conveniente para sus labores como actor. Revelarse como recién expulsado de la matriz materna no es para él el contratiempo que se impone en muchas personas. Un don, el de la virtuosa relación diplomática con la desnudez, que además de facilitarle fluir sobre las tablas del escenario, lleva tiempo explotando para hacer caja. Y no hablamos de clubs de Boys o picantonas fotos enviadas previo Bizum, sino de posar al natural, como los yogures, en pro del arte.

“Yo no paro quieto nunca, siempre estoy haciendo cosas”, dice este joven intérprete de 29 años, afincado en Barcelona, quien encontró de forma casual un trabajo que le obliga, irónicamente, a hacer todo lo contrario: posar desnudo, inmóvil, durante horas. “Fue en una escuela de Bellas Artes al lado de donde yo estudié teatro”, cuenta. “Supongo que dijeron: vamos a buscar a gente en las escuelas de interpretación, y claro, teatro también tiene su punto artístico, de estar, de aguantar miradas”.

La oportunidad llegó tras una entrevista muy directa: “Me preguntaron cómo me sentía con el desnudo. Les dije que sin problema. Y también, cómo me llevaba con mi cuerpo, porque al final son varias horas de pie. Tienes que conocer tus límites físicos. Pero era una buena oportunidad de un plus”.

Según la AISGE (Artistas Intérpretes, Entidad de Gestión de Derechos de Propiedad Intelectual), la entidad que gestiona en España los derechos de propiedad intelectual de los actores, dobladores, bailarines y directores de escena, el 73% de los actores españoles no pueden vivir de su trabajo. Ampliando la información, un 55% de los actores y bailarines no alcanzan el salario mínimo interprofesional (en estos momentos, 645,30 euros mensuales) con sus trabajos en el sector.

Estos datos revelan que, sin ingresos de otra naturaleza, o ayudas interpersonales, más de la mitad de los actores y bailarines españoles se encuentran por debajo del umbral de la pobreza. Un hecho que justifica con creces el interés de los profesionales de este sector por acceder a labores como las de modelo al natural. Tarea para la que tienen herramientas propias.

Funcionarios de la desnudez

Horas antes de partir al ensayo de la obra La Taberna de los Perros, que Peña representará en la Sala Fénix de Barcelona a partir del 3 de julio, el intérprete define con humor su trabajo de modelo como “funcionario de la desnudez”. Asegura cobrar algo más de 10 euros la hora, una cifra que él mismo considera modesta: “He oído que hay gente que cobra 25 o incluso más. Pero bueno, yo estoy empezando. Quizá con el tiempo pueda subir el caché”.

Cambiando de escenario, Somaya El Jaouhari camina por los pedregosos senderos del Parque del Retiro, de Madrid, como una Nefertiti en nupcias. Vistosa orfebrería dorada hace rebotar la luz en los puntos cardinales de su cuerpo: cabeza, cuello, manos y pies. Con unas poderosas trenzas de guerrera nubia (o de Predator, según se quiera) esta bailarina y actriz se desliza y maneja con la soltura de un talante natural para la comodidad. “Para mí, lo más interesante en la vida es jugar”, asegura con desenvuelta ternura. Y encontró en el arte del posado una forma de hacerlo, desde la quietud.

A diferencia de Peña, El Jaouhari conoce la actividad desde hace años. En Madrid, asegura: “lo mínimo que se paga son 25 euros por hora. Me parece poco. Algo más digno serían 40”. Pero, más allá del factor económico, existe un valor artístico en el ejercicio. “Me encanta, sobre todo porque me interesa la pintura”, asegura la bailarina. “Es fascinante ver cómo cada alumno percibe el mismo cuerpo de forma distinta. Hay mucho aprendizaje corporal y mental”. Miguel, aun con menos tablas, coincide con ese matiz: “Yo no sabía si iba a ser capaz. Pero resulta que sí. Me da una satisfacción interna. Y me parece importante contribuir a naturalizar el desnudo, que en esta sociedad todavía tiene mucha carga”.

Desde sus primeras sesiones, ambos se enfrentaron a la experiencia de estar completamente desnudos frente a una clase entera. El Jaouhari, que trabaja, entre otros, en el Estudio Isabel Gómez de Madrid, recuerda su primer día con una mezcla de desconcierto y humor: “Me acuerdo que llegué con dos profesores y pregunté: ‘¿Me cambio en algún sitio?’. Y me dijeron: ‘No, despelótate aquí mismo’. Todos los alumnos esperando, y yo buscando una pose. Tardé 20 minutos. Estás ahí, desnudo, todos mirándote, decidiendo cómo colocarte”.

Pero el miedo inicial se disuelve pronto, asegura: “En cuanto empieza la sesión, el entorno se vuelve seguro. Son estudiantes de arte. No te están mirando con morbo, están pensando en cómo cae la luz, en las proporciones. A lo mejor luego te analizan psicológicamente, pero en ese momento están dibujando”.

Peña también ha comprobado que el espacio, lejos de lo incómodo, puede llegar a ser liberador. “Al principio te sientes expuesto, claro. Pero a los cinco minutos ya no piensas en que estás desnudo. Entras en un estado muy meditativo. Es estar presente, notar el cuerpo, observar los pensamientos que vienen y se van. Nada de flores ni incienso. Es más bien una forma de resistencia ante un mundo que todo lo quiere rápido”. Ese carácter introspectivo le ha servido incluso en terapia. “Cuando le conté a mi psicóloga que me habían cogido para un curro de dos horas de estar quieto, me dijo: ‘Es perfecto, así podrás meditar’”.

La motivación: entre lo artístico y lo económico

Para El Jaouhari, posar es una manera de mantenerse cerca del arte sin abandonar su vocación. “La actuación y la danza no son trabajos fáciles, sobre todo cuando no estás en la primera división de la industria. Entonces pensé: ¿qué puedo hacer que esté cerca de lo artístico y me permita sostenerme?”. La respuesta fue el posado artístico. “Gracias a mi experiencia en danza, domino el cuerpo y su expresión. Así que me pareció una opción muy válida desde lo económico y lo artístico. Aunque sostener posiciones durante mucho tiempo no es nada fácil…”

En el caso de Peña, el vínculo con lo artístico pasa por la historia del arte: “Estoy de pie, con un palo, en un contraposto. Muy clásico. Y eso me ayuda, me conecta con algo ancestral. Me imagino como parte de una tradición que viene desde Mesopotamia o Grecia. Me gusta pensar que soy un cuerpo más participando de un proceso creativo”.

El camino hacia este oficio también fue distinto. Somaya aterrizó en él por una serie de recomendaciones y una conversación fortuita. “Un enfermero durante una cita médica me puso en contacto con un actor que trabajaba como modelo. Con él trabajé mucho, en la Universidad de Tecnología, en el Círculo de Bellas Artes… lugares oficiales. Creo que llegó a hacer incluso hizo una oposición y entró como modelo profesional de pintura”. Un hecho que no deja de ser sorprendente, y que El Jaouhari asume igualmente como curioso. “Muy poca gente lo sabe, pero existe. Y hay empresas que gestionan este tipo de trabajos. No es un gremio cerrado, simplemente es muy desconocido”.

Con vergüenza, ni se come ni se almuerza

Tanto Miguel como Somaya coinciden en que, para posar, hay que perder el miedo al juicio externo. “Es un trabajo donde lo primero que tienes que perder es la vergüenza”, afirma la bailarina y actriz de cabello trenzado y mirada felina. “Hay que tener una gran aceptación del propio cuerpo. Por eso muchos son bailarines y actores, que están muy acostumbrados al cuerpo y al desnudo. Nos cambiamos juntos constantemente, se normaliza.

Peña, por su parte, amplía esa reflexión con una crítica a la doble moral existente: “Estamos en una sociedad que censura un pezón y luego sexualiza por completo el cuerpo. Si lo naturalizáramos más, si viéramos cuerpos desnudos en más contextos no eróticos, quizá dejaría de ser tabú. Es una contradicción brutal: se prohíbe mostrar, pero al mismo tiempo se busca en secreto. Así que sí, estoy haciendo activismo cuando me saco la chorra”, culmina entre risas.

Ahora, pese al curioso paradigma de la desnudez, ambos destacan el clamoroso ambiente de respeto. “Me quito el sombrero”, dice El Jaouhari. “Soy muy perceptiva y sensible, y en general hay un nivel de respeto altísimo, tanto de alumnos como de profesores. Están centrados en la anatomía, las luces, las sombras, las líneas”. Aunque también admite alguna excepción: “Había un hombre que estaba dibujando y sentí algo raro”, confiesa Somaya. “No era lascivo, pero había un pequeño desajuste”. Y recuerda entre risas a un instructor de yoga que al principio se tapaba con una tela. “Le dije: tienes que destaparte, porque no es eso lo que van a mirar”.

La pausa mental

Posar no es solo una cuestión de estar. Las sesiones pueden durar entre dos y tres horas, con posturas mantenidas durante diez, veinte minutos. “A veces el profesor propone trabajar líneas o curvas, y uno sugiere algo. Es muy colaborativo”, dice la bailarina. Pero el cuerpo tiene límites. “A veces te colocas y piensas: ¿por qué me habré puesto así? Diez minutos y ya empieza a doler. Hay que tener buen control mental y corporal”. Lo mismo que ser buen gestor de las alteraciones climáticas externas, como el frío o el calor, y sus expresiones corporales derivadas. “Una vez una gota de sudor me cayó por la entrepierna y no podía moverme. Me dio una risa contenida”.

En ese contexto de esfuerzo y pausa, El Jaouhari ha encontrado un inesperado refugio frente al vértigo de lo digital: “Vivimos a golpe de estímulo. El móvil, las redes, la hiperconexión. Y de repente estás dos horas, desnudo, sin hacer nada. Y ves que no se desmorona tu mente. Que puedes vivir con eso”. “Esa pausa”, concluye, “me ha hecho replantearme cosas. No es que me haya cambiado la vida, pero sí la forma de mirar el tiempo. Ya no todo tiene que ser inmediato”.