Los españoles ya somos pronucleares

Los españoles ya somos pronucleares

La petición de las eléctricas para prolongar la vida de Almaraz hasta 2030 ha obligado al país a admitir que la discusión sobre la energía nuclear ya no es un asunto técnico encerrado en despachos del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), sino una cuestión electoral de primera magnitud. Y, si alguien lo duda, que mire a Extremadura, donde este debate se ha convertido en un eje clave de la campaña electoral. El PSOE regional ha adoptado una postura tan clara como desesperada: "Almaraz no se cerrará". El problema es que ese mensaje choca frontalmente con la ambigüedad del Gobierno de Pedro Sánchez, que sigue sin atreverse a decir abiertamente que habrá prórroga, no vaya a ser que Sumar se enfade. En Extremadura prometen estabilidad energética; en Madrid hablan de "evaluaciones técnicas". Una curiosa forma de pedir confianza al electorado. Esa contradicción ha contribuido al desplome socialista en las encuestas regionales, que lo sitúan lejos de sus resultados anteriores, mientras el PP avanza con el mensaje sencillo de "con nosotros, Almaraz sigue". Vox, por su parte, dice directamente que abriría nuevas centrales. Aquí no falta nadie en la fiesta.

Esta discusión se produce justo cuando los españoles hemos cambiado de opinión. Según la reciente encuesta de DYM para 20minutos, un 56% de la población quiere mantener e incluso ampliar el uso de la nuclear, mientras que apenas uno de cada cinco apuesta por cerrar las centrales. Y lo más llamativo es el giro generacional: los jóvenes se muestran más favorables que sus mayores a seguir contando con esta tecnología. El país ha dejado de ser antinuclear mientras algunos partidos continúan actuando como si viviéramos en 1986.

El apagón eléctrico del pasado mes de abril confirmó lo que muchas voces expertas venían divulgando desde hace años en redes sociales a fin de desmontar con datos el arsenal catastrofista antinuclear. Porque seamos claros: España no tiene capacidad técnica para sostener un sistema 100% renovable. No es ideología, sino física: sin almacenamiento masivo, sin redes reforzadas y sin una alternativa real de generación de base, cerrar las nucleares significa depender del gas. O sea, más emisiones y facturas más elevadas.

Por eso la prórroga de Almaraz es inevitable. Lo saben las eléctricas, lo sabe el PSOE extremeño y lo sabe también el Gobierno, aunque prefiera morderse la lengua para no irritar a sus socios. Lo veremos cuando llegue la decisión formal: será discreta, silenciosa, envuelta en tecnicismos y sin una sola foto en la Moncloa. Renovables, sí, pero también luz estable y precios asumibles. Los españoles nos hemos vuelto pronucleares por sentido común. Una conclusión que la política, siempre tan dada a los quiebros, tendrá que asumir tarde o temprano.