Los consentidos
Mañana del miércoles, las manillas del reloj avanzan hacia las 09.00 horas. Suena la sintonía en los edificios del Congreso que preludia la inminencia del comienzo de la sesión, como en los aeropuertos señala el embarque de los vuelos o en las estaciones de ferrocarril la vía en que están estacionados los trenes. La percepción acústica actúa de modo análogo a como la música que se hace acompañar a la comida en los perros de Paulov. En los edificios del Congreso de los Diputados los periodistas han tomado posiciones en el pasillo con sus cámaras, sus micrófonos, sus focos, sus grabadoras de audio, sus libretas y sus bolígrafos dispuestos a registrar las interpelaciones que pretenden formular a sus señorías, antes de que accedan al hemiciclo para ocupar los escaños que tienen asignados. Interpelaciones que, prácticamente en su totalidad, rehúsan responder los interpelados que optan por ponerse a salvo al otro lado de las puertas batientes que dan acceso al salón de sesiones, donde los inquisidores de bolígrafo o micrófono en ristre están excluidos. De modo que solo tienen paso franco quienes van cámara en ristre.
De los fotógrafos se ha dicho que escriben con la luz pero en formación de nube –nube de fotógrafos como suele decirse– . Se agrupan y condensan ante la cabecera del banco azul reservada al presidente del Gobierno y enseguida atienden las indicaciones para recluirse en los espacios escalonados, dispuestos a uno y otro lado de la tribuna presidencial. Cuál sea la elección mayoritaria de los fotógrafos es la primera anticipación del pronóstico que se hace sobre quiénes harán más merecimientos para ser retratados. Igual que sucedía en los campos de fútbol con el número de fotógrafos arracimados detrás de las porterías, que siempre era directamente proporcional a la expectativa de en cuál de las dos entrarían los goles.
La presidenta Francina Armengol ruega un minuto de silencio en recuerdo del doctor Donato Fuejo, diputado en las primeras legislaturas democráticas, de procedencia tiernista, de Tierno Galván, que después sirvió como presidente del Consejo de Seguridad Nuclear. Enseguida da lectura al objeto de la comparecencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que trae causa de lo abordado en los últimos Consejos Europeos y de la situación judicial en que se encuentra su hermano, su esposa, su fiscal general, sus secretarios de organización sucesivos, José Luis Ábalos y Santos Cerdán, su aizkolari preferido, Koldo, y toda la corte de los milagros. A ese objeto da la palabra a Pedro Sánchez que se quita de en medio esas cuestiones y pasa a emprenderla con todos y cada uno de los presidentes de comunidades autónomas que lucen la divisa del PP. No deja títere con cabeza. Se adorna como acostumbra con una catarata de cifras y porcentajes para reflejar los senderos de gloria por los que ha conducido al país a pesar de todos los pesares, de todos los covid, de todos los volcanes en erupción y de todos los obstáculos y votaciones en contra del Partido Popular y de la ultraderecha que, como se empeña en subrayar, son la misma cosa. Cifras y porcentajes que nunca señala de qué fuente proceden ni cuál es su punto de comparación.
Todo le sirve al presidente para descalificar al PP, pero no dejó traslucir ni el más leve reparo a los consentidos de EH Bildu, ERC, Junts, Podemos y demás elementos a los que nada tuvo que objetar. Veremos.