Eran otros tiempos en las conferencias de presidentes
En mi primera conferencia, Griñán y Rajoy negociaron llegar a acuerdos que nos beneficiaran a ambos.

Nos lo tenemos ganado. Esas palabras son de mi padre, pero podrían ser de cualquier padre o madre a sus hijos cuando su comportamiento no es el correcto y las cosas salen mal.
Hoy son aplicable a todos los que estamos en el noble ejercicio de la política, pero no a la altura de lo que los ciudadanos esperan de nosotros. Cuando el último CIS dispara el rechazo y la preocupación de los españoles por la situación política y ese aumento en un solo mes sube considerablemente algo no estaremos haciendo bien. El viernes fue un claro ejemplo de ello. Una conferencia de presidentes que, pese a no estar reglada constitucionalmente, es el órgano de máximo nivel político de cooperación entre el Gobierno de España y las autonomías.
El viernes fue cualquier cosa menos eso. Un campo de batalla donde la voz de los territorios fue secundaria porque lo importante eran las directrices de partido y la confrontación. El acuerdo ha brillado por su ausencia en la reunión y esos catorce puntos sobre multitud de temas que buscaban mejorar la vida de los españoles (vivienda, educación, el modelo energético, la sanidad o la migración) fueron secundarios. Con teatralidad incluida de abandonos exprés a causa del pinganillo de quien ha hecho de la estridencia una manera de estar en la política a palabras gruesas impropias de los máximos dirigentes públicos de este país. Saben de mi amor por España, por sus pueblos y por buscar lo que nos une y desde ese sentimiento me ratificó que las lenguas no separan sino las personas que en un extremo o en otro las usan para hacer el enfrentamiento y la división. Mi bandera es la de igualdad entre todos los españoles con su diversidad y su riqueza.
No resulta extravagante las declaraciones del lehendakari Pradales cuando afirmó que, "visto lo visto hoy", no sabe si "merece la pena volver" y evidentemente refuerza posiciones de defensa para los dirigentes nacionalistas de reivindicar "su relación bilateral con el Estado", al final siempre acaba perdiendo la igualdad de todos por la irresponsabilidad de unos pocos. Esto no siempre fue así, afortunadamente hubo momentos donde quienes asistieron o asistimos a estos órganos sabíamos que representábamos a nuestros pueblos por encima de nuestros partidos. No vas en tu calidad de militante de un partido, vas en representación de los ciudadanos de tu comunidad o ciudad autónoma a los que le debes la mayor de tus lealtades.
Mientras el teatro, el enfrentamiento y la confrontación se adueñaban de Pedralbes recordé mi primera conferencia de presidentes, aún no era responsable del gobierno andaluz, pero si consejera de Presidencia. El presidente Griñán quería acuerdos que beneficiaran a Andalucía, el presidente del Gobierno también. Horas antes de iniciarse el cónclave (ahora que tanto está de moda el término) recibí la llamada de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, me pedía sentarnos antes y buscar si era posible algunos acuerdos. Así fue, primero estaba España, los españoles, en nuestro caso Andalucía, pero claro, eran otros tiempos.