Y vendrá la monarquía
A Felipe Mellizo, nuestro colega, le felicitaba Emilio Romero, director de Pueblo, por sus crónicas del torneo de tenis de Wimbledon, que escribía desde El Escorial, igual que a Lorenzo López Sancho, recién regresado de la corresponsalía de ABC en París para ser jefe de la sección de Deportes, le felicitaba entusiástico el director de ABC, Torcuato Luca de Tena, por su primera crónica de un encuentro de Copa de Europa, el que había enfrentado un domingo en el Santiago Bernabéu al Real Madrid con el Manchester United. Con sorpresa grande del periodista, más aún, habida cuenta de que no había presenciado el partido, ya que declinó asistir para atender una cita galante que se le cruzó en el hotel Eurobuilding. Y, contra todo pronóstico, sucedió que a mediodía del lunes siguiente Torcuato se asomó a la redacción para decir en voz alta: "Lorenzo, como esa de hoy, así quiero todas tus crónicas".
Felipe, como su hermano Carlos, era pilarista, una condición que queda muy bien descrita en el libro de este Un americano en Madrid y otros amores difíciles. Los dos hermanos tenían el don de la ironía y un sentido del humor de ascendencia británica. Felipe se había zambullido en algún momento en el pantano de Aulencia y en el ambiente antimonárquico que fomentaba Falange y todas las instituciones en la órbita del llamado Movimiento Nacional, desde el Frente de Juventudes hasta Educación y Descanso, siempre al hilo de la revolución pendiente. Recuerdo sus versos dedicados a la venida a Madrid a los diez años de Don Juan Carlos en tren desde Lisboa: "El maquinista era un duque / marqueses, los revisores / la chica de los lavabos / una Roca de Togores". Y más adelante seguía: "y vendrá la monarquía / y habrá fiestas en el Real / saraos en las casas finas / y el pueblo, todo contento de ver tantas maravillas".
Pero esa monarquía, la residual del Madrid de corte a checa, la del conde de Foxá, había fenecido y la protagonizada por Don Juan Carlos tras su proclamación del 22 de noviembre de 1975, que pudo haber sido ideada como la del sultán alauita, encontró su legitimidad instaurando la democracia. El 20 de noviembre moría Franco, quien tal vez buscaba ser sucedido por la monarquía concebida como un truco para despistar a los vencedores de la Segunda Guerra Mundial y encubrir la garantía de una afirmación tan atrevida como la de que los principios del Movimiento eran, "por su propia naturaleza permanentes e inalterables". De modo que el rey, que fue proclamado el 22 de noviembre de 1975, supo desde el principio que la institución de la Corona solo se consolidaría con la renuncia a los poderes recibidos y la apertura a las libertades y la democracia partiendo de la concordia y la reconciliación. Veremos.