Contracrónica | Las amenazas de Trump, el Sánchez más solitario y unas zapatillas blancas
La OTAN pacta un aumento del gasto en defensa que parece imposible de conseguir pero calma a Trump.

"España nunca es el problema, siempre es la solución", dijo un serio Pedro Sánchez en un cubículo a modo de sala de prensa que parecía que se iba a quedar pequeño tras la cumbre de la OTAN en La Haya. Una cita en la que España fue protagonista por ser el único país que se opuso frontalmente al aumento del gasto en defensa al 5% en los próximos diez años; pero acabó firmando, y además se llevó una amenaza de guerra comercial por parte de Donald Trump. "No vivimos en la tierra de la felicidad", avisó el secretario general de la Alianza Atlántica, Mark Rutte, ya el primer día de la cita: demasiados capítulos, demasiado complicado todo, demasiado protagonismo el que quiso el Gobierno. Y cuatro protagonistas, o mejor dicho, cuatro: Pedro Sánchez, Mark Rutte, Donald Trump, Volodimir Zelenski... y Edi Rama.
Vayamos por partes. Pedro Sánchez quiso ser el de siempre, pero lo cierto es que no está en forma. Su salsa siempre han sido los cónclaves internacionales pero esta vez no fue el caso: lanzó el órdago de quedarse en un 2,1% y fue hasta el final, a la espera de ver en 2029 quién tiene razón: la OTAN cree que tendrá que llegar sí o sí al 3,5% marcado para cumplir con sus capacidades. Entretanto, se vio al Sánchez más solitario, desmarcado en la foto de grupo en una esquina y sin apenas interactuar al inicio de la sesión con el resto de líderes. "¿No puedo sentarme en mi sitio a preparar mi intervención?", se preguntó casi enfadado ante las dudas de los periodistas. Puede; pero la pregunta es.. ¿por qué? Ya no se sabe si es el mismo que se suma (o sumaba) a todos los corrillos con Macron, Scholz, Conte o Costa. Qué tiempos aquellos.
Donald Trump, guste o no, es el que manda. Y se lo hizo saber precisamente a Sánchez. El magnate convertido por segunda vez en presidente llegó queriendo un 5% y se va con él; objetivo conseguido, y amenaza a España mediante. "Es terrible lo que ha hecho, tendrán que pagar el doble", dijo mientras amenazaba con una guerra comercial y con negociar el acuerdo comercial con Madrid directamente para que "paguen por otro lado". Ese mismo Trump que llama "fake news CNN" a una cadena o dice que los periodistas mienten cuando le llevan la contraria no tiene mucha idea de lo que es la UE, porque un Estado miembro no puede negociar un pacto comercial de ningún tipo a espaldas de Bruselas. A Trump parece no importarle: quiere algo, lo consigue, se apunta la medalla y a otra cosa.
A Mark Rutte, por su parte, nos lo han cambiado. Qué hay de aquel ortodoxo que no quería "dar ni un euro" al sur de Europa durante la pandemia y ahora casi le da, a la vista de los mensajes, el reloj más caro de su colección a Donald Trump. Qué hay de la rectitud de un ex primer ministro que ahora parece que apenas negocia; solo asiente a lo que se dice desde la Casa Blanca y escuda lo que para muchos ha sido servilismo en un momento "de buen humor". Rutte ha quedado retratado, pero Sánchez le ha quitado el foco como el blanco de todos durante la reunión. Ahora sí puede darle las gracias al sur de la UE, al menos en parte, porque nadie reparará demasiado en ese Europa "pagará a lo grande, como debe ser" que le envió a Trump. Si el dinero es de los demás, no pasa nada, puede pensar el neerlandés.
Si alguien puede salir (y debe) preocupado de la cumbre de La Haya es Volodimir Zelenski. Ucrania importa, pero ya mucho menos. En las conclusiones de la cumbre no se hace mención a la invasión rusa, ni se cita una respuesta aunque sea a la inversión del 0,25% de la OTAN que pide Kiev de cada aliado para sí mismo. Trump mira a Irán, no a Ucrania. Despachó a Zelenski en un cuarto de hora, sin tratar nada en profundidad, casi igual que Von der Leyen y el propio Rutte, que incluyeron la causa ucraniana como una más... pero no más importante que otras en el nuevo marco de la seguridad occidental. Zelenski quedó relegado a un segundo o tercer plano, y eso es un problema para él; con Kiev la conclusión fue casi un "circule, que aquí no hay nada que ver".
Como si de un partido de fútbol se tratara, la cita en Países Bajos fue un choque de estilo; y para estilo peculiar el de Edi Rama. El primer ministro de Albania es probablemente el líder internacional que mejor cae, y además tiene flow. Entre tanto traje y tanta punta en blanco, apareció con unas zapatillas blancas, impolutas, probablemente cómodas, a dar la nota de color en medio de la solemnidad. Rama es alto, destaca, y contrasta con que solo haya cuatro mujeres entre 33 en la foto final y para colmo Giorgia Meloni, la más poderosa de ellas ahora mismo, quede relegada a un segundo escalón para hacer honor al orden alfabético.
La ronda de cumbres sigue, y La Haya como tal pasará a la historia por el fondo y no por la forma: lo que se ha aprobado no tiene precedentes, pero entre bambalinas se confirmó que se puede hacer una cita de altísimo nivel en un párking, con fans de Pedro Sánchez que saltan al final de la rueda de prensa a alabar al presidente, dobles de Kim Jong-un por el centro de la ciudad, buggies que te llevan al centro de prensa para que no camines, una gastronomía austera por no decir cutre, poca luz natural mientras los políticos negocian y los periodistas escriben y una cena en un palacio real que al lado del Prado o de la Alhambra se queda corto.
¿Es el mejor momento de la OTAN? No se sabe. Lo que está claro es que ya está plenamente recuperada de la muerte cerebral que vaticinó Emmanuel Macron en 2019; la Alianza se renueva, con EEUU con aires casi autoritarios dentro de la misma. En fin, esta ha sido la cumbre del Rutte más extraño, as amenazas de Trump, el Sánchez más solitario y unas zapatillas blancas. La OTAN se ha refundado en La Haya, aunque no todos tengan la misma versión de los hechos.