Manzanas traigo


A dónde vas, manzanas traigo. Esa viene a ser la versión castiza del método Ollendorff que se resume en: pregunte su señoría lo que quiera que yo le responderé lo que me dé la gana. El martes supimos que la Sala Segunda de lo Penal del Tribunal Supremo ha dictado un auto por el que se abre la vista oral de la causa que se venía instruyendo a Álvaro García Ortiz, fiscal general del Estado. La expresión vista oral, acuñada de forma indeleble, significa que ha concluido la instrucción de la causa y que se va a dar paso a la audiencia pública.
Recordemos que, según el artículo 120 de la Constitución, «las actuaciones judiciales serán públicas, con las excepciones que prevean las leyes de procedimiento»; que «el procedimiento será predominantemente oral, sobre todo en materia criminal», y que «las sentencias serán siempre motivadas y se pronunciarán en audiencia pública». Observemos que, como precisó un buen amigo periodista, la formulación que engarza esas dos palabras –vista oral– presenta en sí una ruptura lógica: el vocablo vista guarda relación a la luz mientras que el vocablo oral, relación al sonido. De modo que vista oral requeriría atribuir sonoridad a la luz o luminosidad al sonido.
En todo caso, el órgano sensorial para la percepción de los estímulos luminosos es el ojo y el que faculta para la percepción de los estímulos acústicos, el oído. Tan solo los poetas –véase el Soneto 23 de Shakespeare– han sabido alterar estas funciones preestablecidas para decir que «escuchar con los ojos es una de las agudezas del amor». Además, ha de tenerse en cuenta que la velocidad de propagación de la luz en el vacío es de 300.000 kilómetros por segundo, mientras que el sonido se propaga en el aire a unos 343 metros por segundo, que supone 1.235 kilómetros por hora. De ahí que veamos el relámpago en el mismo instante en que se produce la descarga eléctrica, mientras que el ruido del trueno que le acompaña se demora algunos segundos, que multiplicados por 343 permite calcular la distancia en metros a que se encuentra de nosotros la tormenta. Cuando la luz del relámpago y el sonido del trueno nos llegan es que la tormenta está sobre nuestra vertical.
Volviendo a la apertura del juicio oral al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, proporcionará un espectáculo de luz y sonido porque el sumario se ha instruido a la velocidad del sonido, pero lo que sucederá cuando se declare audiencia pública se difundirá a la velocidad de la luz. Y a propósito de las cosas sabidas, como son las vicisitudes procesales que afectan a don Álvaro, recordemos que nada, ningún hecho por muy conocido que sea, permanece igual a sí mismo después de haber sido difundido como noticia; más aún si lo fuere con aval profesional periodístico.
En cuanto a la sesión de control al Gobierno que suele centrar máxima atención en las tres preguntas orales que los portavoces de los grupos parlamentarios más numerosos del Congreso formulan al presidente del Gobierno, nihil novum sub sole. Fue una ocasión más para comprobar, parafraseando a Óscar Wilde, que ningún parlamentario aspiró a demostrar nada pese a que incluso las cosas más ciertas se pueden demostrar y también que todos los diputados son incapaces de soportar el mero hecho de ver enfrente a otros que tengan sus mismos defectos.
Quien llega de la calle se encuentra «una atmósfera turbia, ya cansada, como de taberna al final de una noche crapulosa» bien descrita en los audios, los vídeos y los catálogos que investiga la UCO.