A la sombra de Gaza: los 40.000 desplazados en el limbo en Cisjordania
Cuando los aviones de guerra, los helicópteros y los drones israelíes bombardearon el pasado 27 de enero el campo de refugiados de Tulkarem, en el norte de Cisjordania, Hanan Odeh soltó el pan que estaba haciendo y salió corriendo. En la calle, una multitud escapaba mientras “francotiradores apostados en los tejados y dentro de las casas” les apuntaba con sus armas, recuerda esta palestina de 51 años. “Se oían disparos por todas partes. Salimos de allí a punta de pistola”. Desde ese día, hace nueve meses, Odeh vive con su marido, Abdesalam, de 71 años, en lo que un día fue una furgoneta cuya carcasa han cubierto con chapas metálicas. El hombre perdió su trabajo de taxista y ahora comen “gracias a la solidaridad” de otros palestinos y a lo que resume con un gesto: apunta al cielo con el dedo índice. Así indican los musulmanes la voluntad de Dios.