Solo piden que les escuchen
Si usted tiene mascota o ha tenido, seguro que esto el suena. Son uno más de la familia. Se les quiere, se les cuida, te preocupas cuando los ves malitos,...

Si usted tiene mascota o ha tenido, seguro que esto el suena. Son uno más de la familia. Se les quiere, se les cuida, te preocupas cuando los ves malitos, enfermos, apagados, vomitando, cuando tienen un cuadro inexplicable… cuando envejecen. Verlos convertirse en ancianos renqueantes es un pellizco en el estómago del que nadie te previene. Porque su decrepitud es la prueba evidente de que los años pasan. Y ese perro que antes corría y jugaba sin descanso cada vez que le sacabas al parque, ahora, a duras penas, hace la calle entera cuando le toca salir.
No estoy todavía en eso, no lo estoy, pero se asoma en el horizonte. Nuestro perro nos ha dado dos sustos y, afortunadamente, los veterinarios que le cuidan y le conocen desde que es cachorro han dado con su problema. Todo eso que habíamos notado, que le costaba andar, que estaba más tristón, que había cogido unos kilos de más, tenía un nombre: hipotiroidismo. Y su enfermedad nos ha puesto frente al espejo de un problema que afrontan los veterinarios.
Antes, con toda la experiencia que les avala, con sus estudios, con su profesionalidad, te daban la medicación que necesitaba tu perro en la misma consulta. Los dos episodios en los que llegamos con el perro malito lo solucionaron en minutos. Ahora, eso ya no va a ser posible. La nueva ley les prohíbe dispensar medicamentos.
Llevan semanas pidiendo que los escuchen, pidiendo que se modifique la ley, no por ellos, sino por nuestros animales, nuestras mascotas. Piden poder rectificar una norma que restringe el acceso a los tratamientos de los animales, con el peligro que eso supone para ellos, para los animales y para nosotros. Los veterinarios, además de dar el diagnóstico, piden poder tratar de forma completa a sus pacientes, nuestras mascotas. Y hacerlo con el mismo rigor y la misma profesionalidad con la que lo han hecho siempre.
Nadie les está escuchando, de momento. Y su desesperación debería ser también la nuestra. Si su animal tiene una urgencia, la que sea, el tiempo es oro. Y en este caso, lo están limitando.
En el caso de mi perro tuve que recorrerme tres farmacias hasta que me dieron la medicación que va a necesitar ya de por vida. Y fue un peregrinaje absurdo. Afortunadamente, él está bien, bueno más que bien. Es otro perro, ha recobrado la energía, las ganas de jugar, de correr… Y todo gracias a esos ángeles que le han cuidado siempre y que, ahora, siguen pidiendo poder hacerlo como siempre. Al menos, que los escuchen. Están cargados de razones.