María Barranco: "Creo en la política y no todos los políticos son iguales, pero pagan justos por pecadores"
 
                                Dulce nombre de María Magdalena de los Remedios o, para los amigos, María Barranco. "Antes se estilaba mucho, te ponían el nombre de quien se había muerto. Y fíjate, en mi casa me llamaban Memi. Así las monjas me decían 'joder, tanto nombre de la Virgen y al final tienes nombre de perro", me dice entre risas.
Aunque ella será siempre la Barranco. Comenzó siendo chica de revista, aunque de ahí la echaron pronto: "Metía mucho la pata, no me ponía los zapatos que me tenía que poner". Después pasó a ser otro tipo de chica, Almodóvar, con el que ganó su primero Goya por Mujeres al borde de un ataque de nervios. Y, de ahí, a trabajar con los mejores, Bigas Luna, Jaime Chávarri, Fernando Fernán Gómez o Álex de la Iglesia.
Hoy, cuando se mira en el espejo de este camerino del teatro Bellas Artes, ve todo eso, el reflejo de una vida muy intensa, casi tanto como ella. "Cuando una mujer es madura, en este caso una actriz, ya sabes que te han pasado muchas cosas en tu acordeón, que es la cara; las penas, alegrías, y es la manera para demostrar cualquier sentimiento, que cuando eres muy joven no lo tienes", opina.
Surcos que son caminos y experiencias que sigue sumando, ahora, en el teatro, donde está representado Mejor no decirlo junto a Imanol Arias, una obra que trata sobre la comunicación en la pareja, cuándo hablar y cuándo callar. "Yo te diré que he pecado de bocachancla, no solo con la pareja. A fuerza de darme palos me muerdo la lengua, a veces me la muerdo tanto que me van a tener que echar puntos", me asegura rotunda y reflexiona sobre la verdad, a veces sobrevalorada. "Está bien que tu pareja te sorprenda… Hay gente que tiene mala uva, dicen que es un exceso de sinceridad, pero no, lo que pasa es que tú tienes mala uva".
Pero ella no se ha callado casi nada, expresar su opinión siempre ha sido una máxima, una obligación. "Yo creo que expresar tu opinión es parte de la vida. Yo soy una ciudadana que tengo, además, el privilegio de tener una alcachofa. Es decir, no todo el mundo la tiene. Y me parece que es lo más normal, como lo de irte a una manifestación, todos tenemos que sumar, cuantos más seamos mejor para defender la educación, la sanidad...", añade. "Es verdad que ahora se utilizan más las redes sociales, pero, por ejemplo, con la guerra en Gaza, desgraciadamente, hay mucha gente que sale a la calle para denunciar este genocidio".
Todavía recuerda cuando se manifestó en contra de la guerra de Irak y acabó encerrada con Ana Belén en el Congreso de los Diputados. Tuvieron que tomarse un Orfidal para aguantar la sesión parlamentaria, me cuenta con ironía. Más allá de la anécdota, cree profundamente en la política como herramienta para cambiar las cosas: "Yo sí creo en la política porque la política es una cosa como comer… Es necesario y creo, además, que no todos son iguales, que hay gente muy decente en esto, lo que pasa es que sí que pagan justos por pecadores".
A sus 64 años, no se arrepiente de nada, quizás, de no haber pasado más tiempo con su hija en un momento en el que su profesión la reclamaba, la eterna diatriba de las mujeres madres y profesionales a tiempo completo: "En el cine es verdad que la incorporación de directoras, de guionistas… ha habido hitos en la vida, pero todavía queda mucho". Un largo camino por delante, como el de ella. "Ahora mismo me queda, voy a dar mucha guerra, queda Barranco para rato", me asegura. Y que así sea.
 
 Tomas Kauer
                                    Tomas Kauer                                 
         
         
         
         
         
         
         
             
             
             
             
             
             
             
             
             
             
            