El electricista jubilado que resucita el cine en un rincón de León

La liturgia comienza con un electricista jubilado de una empresa azucarera de León ciñéndose una gorra gris y poniéndose una bata con el lema “Operatore de la macchina”. El hombre tiene una silla de respaldo de tela como las de los cineastas en donde se lee: “Trébol el proyeccionista”. Selecciona con mimo un proyector Pathé Baby, una reliquia de 1912, agarra su manivela y la acciona para, sobre un sencillo panel, proyectar en blanco y negro y sin sonido las cómicas andanzas de Charlot. Solo el traqueteo del aparato interrumpe el silencio. Miguel Pérez, Trébol o Trebolín para los amigos, sonríe satisfecho. “¡Aquí todo funciona!”, exclama, y abre los brazos como si quisiera abarcar con ellos el amplio museo del cine de Veguellina de Órbigo (León, 2.000 habitantes), con piezas incluso centenarias compradas y arregladas por él y cedidas a su ciudad para disfrute de cinéfilos o curiosos locales y forasteros.