Contra los ‘pisos blablacar’

Soy alérgico a esa obsesión de algunos de nuestros próceres por convertir cualquier asunto de la política en una cuestión donde se enfrentan dos bandos ideológicamente irreconciliables. La realidad siempre es más compleja que esos análisis sesgados y repletos de lugares comunes donde los nuestros siempre están en el lado correcto de la historia y los del bando contrario se empeñan en ponerle un par de velas al peor de los diablos.
Pero, miren, si quieren encontrar un problema que nos divida y que esté causando una brecha inmensa, ya les puedo asegurar que este existe. Hablo de la vivienda y me refiero a esa brecha con las dimensiones de una falla tectónica que divide a los españoles en dos bandos, que no es precisamente el de los de izquierdas frente a los de derechas, sino el que enfrenta a los que tienen un piso en propiedad frente al de los que nunca tendrán un piso suyo, a los que heredan una casa y los que no la heredan y, en suma, a los que pueden permitirse un proyecto de vida y los que solo pueden encadenar meses de alquiler como si fueran suscripciones a Netflix.
Un ejemplo: los pisos compartidos. Ya les aviso de que muy pocos comparten su vida con unos cuantos desconocidos porque quieran vivir esa experiencia, sino porque no tienen otra posibilidad. Aceptan pagar 700 euros por una habitación porque les han puesto en la misma tesitura en la que les ponían sus madres con el plato de lentejas: o las tomas o las dejas, pero es lo que hay. Y punto.
La pregunta es: ¿vamos a aceptar que el mercado de las viviendas para miles de jóvenes sea poco más que un Blablacar con baño compartido? Algo muy grave está pasando cuando la posibilidad de tener un hogar propio no pasa de ser un alojamiento apenas un poco mejor que una oferta de Airbnb. Y ese algo está causando una frustración que también puede empujar a posiciones extremas a muchos jóvenes que, si no encuentran soluciones prácticas a problemas que afectan a sus proyectos de vida, acabarán buscándolas en líderes demagógicos que prometan remedios mágicos para situaciones tan enquistadas como esta.
No hagamos de la vivienda otro campo de batalla más para nuestras peleas intestinas, porque entonces perderemos todos. Y luego nos lamentaremos más.