Todo lo que devora la salud mental de los artistas que echan el freno: “Me extraña que no abandone más gente”
Nadie sabía que aquel sería su último concierto. Pero ahí estaba ella. Hecha polvo. Tiritando, tambaleándose y llorando sobre el escenario del Kalemegdan Park de Belgrado, en Serbia. Como una niña desprotegida. Delante de 20.000 personas que la abucheaban. Nadie consideró que quizás Amy Winehouse no estaba en condiciones de salir a cantar aquel 18 de junio de 2011. Y nadie se lo impidió. La cantante británica de voz rasgada murió solo un mes después en su cama, junto a tres botellas de vodka. Tenía 27 años.